Javi Lara – ¿Qué te inspiró para pasar de tu carrera como artista a la fabricación de
zapatos?
Pamela Hernández – Honestamente, tuve la legítima crisis de los 30, así nació CRUDA. Después de haber pasado gran parte de mis veintes en las artes visuales y el diseño, me encontré en una situación vulnerable y con una sensación de fracaso al regresar a Costa Rica de una residencia en la UNAM, específicamente en la academia de San Carlos. Después de casi un año de ese sueño patrocinado, regresé a Costa Rica sin nada: sin casa, sin trabajo y sin novio. Definitivamente, el arte nunca representó para mí una fuente de ingresos; nunca tuve esa relación con las cosas que hacía. Afortunadamente, esa carga económica recaía en las múltiples formas que encontraba para hacer dinero, especialmente en la marca de mobiliario que tuve durante esos años.
Para ese momento, ya había cerrado el capítulo del mobiliario y esa beca me dio una
especie de falsa ilusión económica. Estaba desesperada; había planeado mi ida, pero
nunca mi regreso. Le pedí a un amigo que estaba iniciando un proyecto de restaurante a puertas cerradas que me diera empleo ayudándole con la limpieza del lugar, y así fue. Estuve con él un tiempo y, mientras tanto, seguía buscando desesperadamente un proyecto en el que pudiera enfocarme, que fuera mi último intento de estabilidad económica, mi futura jubilación. Fue así que, de una lista de posibles proyectos, nació CRUDA.
Comencé a aprender zapatería porque no tenía idea de cómo se hacía. Aprendiendo un
poco en internet, llegué a mi país vecino Nicaragua, donde en Masaya se especializaban en hacer zapatos de madera, que era lo que yo quería desarrollar. Para entonces, ya había conseguido otro trabajo restaurando casas antiguas en el centro de San José, y ese empleo me permitió empezar a invertir poco a poco en desarrollar el proyecto. Trabajaba de lunes a viernes en las casas y los fines de semana viajaba largas y muy introspectivas horas en bus a Masaya para hacer zapatos. Para diciembre del 2016, CRUDA ya era una realidad.
Seguí por varios años haciendo “arte”, pero las responsabilidades de CRUDA cada día me fueron absorbiendo más y más. Algunas situaciones familiares no ayudaron, hasta que el arte se desvaneció por completo. Extraño mucho hacer otras cosas que no sean zapatos, pero afortunadamente considero que la aproximación que tengo con CRUDA tiene todo que ver con lo que hacía antes, aunque no deja de ser un negocio.
Algo que me gusta mucho contar es que hace algunos años, revisando cosas viejas de la infancia, encontré una bolsa con pedacitos de cuero con una nota escrita por mi yo
pequeñita que decía: “cuero para hacer zapatos”. Lo había olvidado por completo, como si no supiera de su existencia, y entonces parece que este proyecto había comenzado mucho antes de lo que me imaginaba.