"Estamos en un mundo que no entiende el amor verdadero de los jóvenes." El universo masculino de Fabro Tranchida

Fabro Tranchida (Buenos Aires, 1987) es artista visual, docente y curator residente en Bilbao. Lleva años dedicándose a la creación artística, y ahora llega a Madrid para presentar en la feria de arte contemporáneo JUSTMAD en qué ha estado trabajando últimamente. Hablamos con él sobre su particular universo.

Fotografía por Egon Tranchida

Carlos Palencia: Fabro, qué tal. Gracias por querer charlar conmigo. Tus chicos y tú me encantáis.

Fabro Tranchida: Buenas, Carlos. ¿Cómo estás? Aprecio mucho el cumplido, tanto por mis chicos como hacia mí mismo, el respeto es mutuo. Me pone muy contento que recibas tan bien el trabajo que hago.

C.P: Te descubrí gracias a la performance que hiciste hace unos meses en la que pintabas en varias tablas de skate a chicos con los que tuviste alguna historia de amor. Me gustaría que me contaras un poco cómo vino a ti esta idea y cómo de relevante es en tu proceso creativo tu propia experiencia amorosa.

F.T: Pues te diría que no es tan importante en mi trabajo. De hecho, es la primera vez que quise revisar eso. Yo soy skater, y tenía cinco tablas gastadas. La performance surgió como parte de un ciclo que desarrolló la Juan Gallery en Teatros del Canal en Madrid, y se tituló ‘El Narciso de Mataderos’.

Mataderos es mi barrio en Buenos Aires, en el límite en el que termina la ciudad. Me agarró una nostalgia fuerte porque la performance fue a principios de noviembre, y a finales del mismo mes yo volvía a Argentina por un par de meses después de un año y medio sin ir por allí y sin visitar mi barrio. Por eso me surgió la idea de trabajar desde mis propias vivencias y desde el apego, el amor por todas las cosas vividas. 

Yo estaba pintando mucho y, aunque el lenguaje principal en el que me estoy moviendo es la pintura (si bien he hecho muchas performance en el pasado) me apeteció mezclar ambas expresiones artísticas. Pensé que esos chicos que fueron tan importantes para mí, esos a los que pinté en los skates, eran un reflejo de mí. Eran un reflejo tanto de la parte buena como de la mala, y traté de sacar lo mejor de eso. 

Fotografías de las piezas cedidas por el archivo de Fabro Tranchida.

C.P: Llevas dedicándote bastante tiempo a la creación. ¿Cómo se ha ido desarrollando tu carrera desde los inicios hasta ahora? 

F.T: Yo tengo 36 años, soy del 87. Comencé mi carrera con el dibujo, éste es una constante en mi producción. Años después, en torno al 2010, desarrollé también la fotografía con un énfasis en trabajar la iconografía del muchacho, del varón adolescente. Esto surge a partir de la óptica de Pier Paolo Pasolini, director, escritor, periodista y poeta italiano. Lo que busqué fue traducir esa iconografía de Pasolini a un lenguaje propio. 

Al mismo tiempo que seguían surgiendo los dibujos, empecé a investigar con la cámara, y de ahí surgieron varias exposiciones. La primera se tituló Boyness, que viene a significar algo así como “la condición de ser un pibe.” Hubo en esta expo una serie de obras muy dispares, desde dibujos hasta objetos, así como una serie fotográfica que surgió a partir de Mark Twain y su novela Tom Sawyer en la que se dan leves tintes eróticos. Pero sí, si tengo que mirar hacia atrás, dibujé toda la vida, desde pequeño.

C.P: Trabajas en España, pero, como ya has comentado, eres de Argentina. ¿Cómo de importante son tus raíces para el desarrollo de tu trabajo? 

F.T: Importantísimas. Crecí con una mezcla de culturas. Por un lado, ya te dije, soy skater, y ese ambiente lo trabajé mucho en el pasado con mi dúo Los Picoletos. Y ahora, de forma individual, trabajo mucho el fútbol. El fútbol y Argentina están muy relacionados, igual que con Italia. Es por esto que no es casual que yo tenga antepasados italianos. 

Además del fútbol, también es importante el tango… se me viene ahora a la mente El Polaco Goyeneche, un cantante cuya estética tiene mucho que ver con el mundo kinky, con las raíces urbanas. El fútbol, el tango y el skate tienen encuentro en la calle, que es de donde yo saco toda la inspiración para hacer mi trabajo. 

C.P: Siento que he conocido a todos los chicos que pintas. Son reales, están en las ciudades, en los barrios… ¿Piensas mucho en que tu obra arroja luz sobre cuestiones como la visibilidad homosexual o de modos de vida no tradicionales?

F.T: Pues sí, todos los chicos que pinto son reales y son una gran mezcla que tengo yo en mi cabeza donde mezclo novios, ex amantes, amigos de la adolescencia, de la infancia… son una mezcla de chavales que quise y que quiero. Muchos de ellos fuertes, muchos de ellos valientes… son rostros que se mezclan. Incluso hay veces que pinto rostros que veo por la calle y se me quedan en la cabeza, los grabo como si fueran un escáner.

Yo principalmente lo que trabajo es la mirada homosexual en el adolescente varón. Ahora llega una nueva serie que estoy preparando y que se va a poder ver en JUSTMAD en Madrid del 6 al 10 de marzo. Se trata de una serie de retratos masculinos con camisetas de fútbol típicas de Buenos Aires, tanto de barrios periféricos como centrales. El Boca, El River, pero también Platense, Chicago, Vélez… lo que estoy representando ahí es una cosa que sucede muchísimo en la Argentina, que es que cuando tú eres niño, al menos en los 90, tu padre te llevaba al club de fútbol y tenías que jugar. Y yo, que era un pequeño maricón, quería hacer danza. Yo quería bailar como Michael Jackson, así que iba obligado.

Es por eso que estoy trabajando esta nueva serie de chavales con camisetas de fútbol típicas de mi barrio y de los cercanos. Verás que todos ellos tienen heridas, lastimaduras, marcas, tiritas… es una metáfora de la lucha interna que tienen que llevar a cabo.

Mi padre desde pequeño me llevaba a jugar al club Leopardi al fútbol, y a día de hoy ha ganado herramientas para comprenderme (nos entendemos como mejores amigos) e incluso sabe algo del mundo del arte. Estos últimos meses, que los he pasado allá, él tuvo la idea de que ya que estaba ahí tenía que volver al club al que me llevaba de pequeño y pintar allí. Acabé pintando cuatro murales de futbolistas en las paredes de la cancha del estadio. Y todos esos futbolistas tienen esas marcas en la cara, esas lastimaduras que son de jugar a la pelota pero también son marcas de la vida, ¿sabes?

Para Pier Paolo Pasolini el fútbol no era un deporte, era un lenguaje con sus poetas y sus prosistas. Él decía que el fútbol era la última representación sagrada de nuestra época. Y fíjate, creo que sigue teniendo razón.

C.P: En tu producción creas pequeñas utopías cargadas de homoerotismo, casi se siente como escapar del mundo real. Cuando estás creando este tipo de piezas, ¿es este tu lugar idílico?

F.T: Sí, y creo que ese tipo de utopías a las que te refieres tiene más que ver con otras series mías como por ejemplo en La misa de los pibes, en donde había una cosa más idílica, de ensoñación. 

Ahora estoy en un momento, como te comentaba, en el que estoy muy interesado en retratar a esa clase trabajadora adolescente a la vez que incluyo en las pinturas elementos que pertenecen al arte político conceptual de los años 60. Tengo una nueva pintura de un metro y pico por un metro y pico que se llama Demoliendo hoteles, y se podrá ver en JUSTMAD. El título lo tomé directamente de una canción de Charly García, del disco Piano Bar.

C.P: Me llama la atención también que a menudo santificas a tus chicos, colocándolos un halo sobre la cabeza, otros llevan una corona de espinas…¿a qué se debe esto?

F.T: Bueno, esto tiene que ver con todo lo que te contaba de Pasolini. En todas sus películas trabaja la idea de la santidad desde un lugar rebelde, marxista y relacionado con el sacrificio que vemos en las clases trabajadoras.

Por otro lado, debo contarte que yo nunca tomé clases de dibujo ni pintura. Es algo que siempre hice de forma natural. En lo que sí que me formé y di clases durante años, y de hecho imparto seminarios, es en Historia del Arte. Soy historiador del arte y gestor cultural, y toda esta simbología está muy presente en la iconografía cristiana, y a mí me gusta reinterpretarla para darle un valor contemporáneo con una mirada LGTB. Las coronas de espinas que llevan los chicos se deben a muchas cosas: a que tienen problemas en casa, a que no tienen curro, a que perdió el equipo que aman… 

En relación a esto, en la pintura que te comentaba, Demoliendo hoteles, el que lleva la corona de  espinas quizá está enamorado del que tiene el halo, el nimbo. En la iconografía cristiana se habla de santos nimbados. Puede ser que el que tenga la corona tenga un amor secreto por el otro, sí.

C.P: La melancolía y la tristeza también son una constante en los rostros de tus chicos… ¿Por qué no hay margen para la sonrisa en tu universo? 

F.T: Es un punto de vista interesante el que tienes, no lo había pensado. Evidentemente, por todo lo que estoy contando, tiene que ver con que los chicos que estoy retratando son chicos que no la están pasando bien. Pertenecen a una clase obrera oprimida en una sociedad periférica como lo es la argentina. Mi país es muy injusto, es un país que tiene mucha riqueza y mucha injusticia. Además, como sabrás ahora por las noticias, ganó las elecciones un presidente que es de ultraderecha, un completo psicópata. 

También, como te comentaba en la respuesta anterior, hay melancolía y hay tristeza, porque me interesa trabajar dentro de esos mundos hiper masculinizados. Pasolini diría ragazzi di vita, que se traduce en “muchachos de la calle.”

Hay un amor encriptado de alguna manera, amor que bien puede ser un amor gay, pero también de una amistad verdadera. Y me gusta mostrar eso de forma melancólica. El mundo es un mundo loco, y creo que aún más tras la pandemia. Es un mundo que no entiende, creo yo, en el amor verdadero de los jóvenes.

C.P: Estoy muy de acuerdo con eso. A diferencia de cómo eran las cosas antes, ¿dirías que es más fácil crear tu obra ahora de lo que lo era hace años? ¿Cómo recibe el público tu trabajo?

F.T: Sí y no. Ser artista es un conflicto constante, pero al mismo tiempo es un amor constante. Siento que sí, hoy es más fácil amar mi trabajo. Tengo un lenguaje que he ido construyendo a lo largo de los años, y me gusta alimentarlo y contradecirlo, me siento muy cómodo con él. Por otro lado, mis amigos son importantes. 

Aquí en Bilbao tengo un grupo de colegas con los que comparto un taller llamado Obrador, donde trabajamos y nos acompañamos mutuamente.  Así que sí, creo que en ese sentido es más fácil crear porque me siento más acompañado. 

En cuanto a cómo recibe el público mi trabajo, estoy satisfecho, no puedo quejarme. Hablo mucho con las personas que compran mi obra, y en estas conversaciones hay una retroalimentación que me aporta mucho como persona, me da ideas y me hace muy feliz.

C.P: Para finalizar, me gustaría que, como artista queer, recomendaras a nuestros lectores 3 artistas lgtbiq + que deban conocer, que te inspiren, o que admires.

F.T: Me encanta esta pregunta. Tengo tantos… te los voy a decir tal y como se me vienen a la mente. El primero es Guillermo Martín Bermejo, que es un artista español, un genio del dibujo y de la poesía. Para mí, la verdad es que es amigo, familiar y mentor.

Otro sería Carlos Herrera, quien tiene el foco puesto en diversas representaciones de la masculinidad. A día de hoy trabaja mucho con iconografía cristiana para hablar de identidades LGTB. A él también lo quiero y lo admiro profundamente.

Finalmente, otre artista que te voy a recomendar es Ra Asensi, artista colega que trabaja conmigo en mi estudio. Trabaja tanto la cerámica como el dibujo, la escultura, la performance… lo hace todo de una manera única con un lenguaje propio. Es una persona a la que respeto muchísimo, y toda su obra tiene un marcado mensaje LGTB que no se debe perder de vista.

Carlos Palencia @crlsplnc