los alfileres de Jean Paul Gaultier Haute Couture, ¿el fin de la alta costura?

Que Olivier Rousteing presentara varios de sus diseños para Jean Paul Gaultier Couture Fall 2022 con alfileres e imperdibles no es más que un síntoma del agotamiento que sufre una industria que nunca para. En la era de TikTok, de la democratización de la moda y del consumo desenfrenado, ¿tiene cabida la alta costura?

Olivier Rousteing, director creativo de la firma Balmain, ha sido el tercer diseñador que ha colaborado con la maison Jean Paul Gaultier desde que su fundador abandonara las pasarelas en 2020 para iniciar un nuevo formato colaborativo. En esta ocasión, y como ya hicieron sus predecesores Chitose Abe y Glenn Martens, Rousteing ha podido jugar con los códigos de la firma y reinterpretar el universo del enfant terrible de la moda en la colección de Haute Couture Fall 2022, presentada el pasado 7 de julio en la semana de la alta costura

Por la pasarela desfilaron reinterpretaciones de los emblemáticos corsés cónicos, rediseños de prendas como el vestido topless que lució Madona en los ochenta e incluso la transformación del icónico frasco del perfume Le Male en forma de vestidos, tacones, cinturones y accesorios. “Es una carta de amor abierta a Jean Paul”, dijo Rousteing. Pese a que el diseñador se ha ganado los elogios de la crítica y del público con sus diseños, su presentación no ha estado exenta de polémica

Jean Paul Gaultier Couture Fall 2022 collection by Olivier Rousteing. Credit: Isidore Montag. 

Tan solo unas horas después del desfile, Calum Knight denunciaba a través de la cuenta de ShowStudio en TikTok que varios de los diseños presentados estaban inacabados o sujetos por imperdibles: “La alta costura no es una máquina […] gran parte de esta colección estaba sujeta con alfileres y se podía ver claramente desde la tercera fila donde estábamos sentados. Un montón de hombreras con imperdibles, escotes y vestidos sujetos por alfileres… se supone que esto es el culmen de la confección. Es realmente problemático que tengamos una marca que antepone el marketing a un oficio que solo pueden realizar diez casas en todo el mundo.” 

Lo cierto es que es habitual que los directores creativos presenten en las pasarelas diseños inacabados, especialmente en las colecciones Ready – to – wear (dirigidas al público general), pero tal y como indica Calum, las colecciones de alta costura son el culmen de la moda, no solo por los requisitos que las firmas deben cumplir para presentar sus diseños (la alta costura exige laboriosas prácticas y exigentes pautas), sino también por la propia idiosincrasia de estas colecciones. 

Esta polémica ha reabierto, de nuevo, el viejo debate sobre la Haute Couture y su sentido: en la era de TikTok, de la democratización de la moda y del consumo desenfrenado, ¿tiene cabida la alta costura? Lo cierto es que no hay una respuesta clara, pero si se pueden realizar varias reflexiones en torno a esta cuestión. 

El nacimiento del prêt-à-porter en los años sesenta arrebató por primera vez el protagonismo a la alta costura que hasta ese momento ocupaba la mayor parte del mercado de la moda. Iniciado por el modista Pierre Cardin y afianzado por Yves Saint Laurent, el prêt-à-porter permitió la creación de líneas más juveniles y asequibles, ayudando a difuminar – levemente – las diferencias de clase en cuanto a moda. 

Pierre Cardin rodeado de varias modelos que lucen su primera colección prêt-à-porter, 1967.Credit: Agence France-Presse. 

Tras décadas de caída, las licencias de los años ochenta produjeron que la mayor parte de los consumidores dejaran de percibir a las firmas de moda como algo exclusivo, dando el golpe definitivo. No fue hasta principios del siglo XXI y de la mano de Alexander McQueen y del Dior de Jhon Galliano hasta que la moda recuperó la teatralidad y la majestuosidad que la caracterizaba.

Christian Dior Spring 2004 Couture collection by Jhon Galliano. Credit: Marcio Madeira. 

En la actualidad, los desfiles de alta costura se han convertido en escaparates de la artesanía, la creatividad y el savoir faire de las grandes firmas, y el punto de partida del que surgirán sus colecciones de prêt-à-porter (y sus consiguientes copias en el fast fashion). Tal y como indica el autor Nicholas Coleridge en su libro “The Fashion Conspiracy: A Remarkable Journey Through the Empires of Fashion”, el presupuesto que las grandes firmas destinan a la elaboración de las colecciones de alta costura procede del presupuesto destinado a marketing

Que Rousteing presentara varios de sus diseños con alfileres e imperdibles no es más que un síntoma del agotamiento que sufre una industria que nunca para. En la era de la inmediatez, las firmas de moda se ven forzadas a ofrecer diseños nuevos, celebrities y momentos virales en cada nueva colección, y en este sentido, la tradición y la artesanía propios de estas colecciones pueden verse comprometidas. El propio Yves Saint Laurent se retiraba en 2002 de las pasarelas por el rumbo general de la moda, “Yves se retira porque se siente cada vez menos cómodo en un oficio que de Haute Couture no tiene más que el nombre”, indicaba Pierre Berger, principal colaborador del diseñador. 

Yves Saint Laurent en la despedida de su último desfile, rodeado por Catherine Deneuve y Laetitia Casta, 2002. Credit: Antoine de Parseval / Shoot Digital for Style.com 

En la era del fast fashion y de la democratización de la moda que han producido – por suerte o por desgracia – gigantes de la industria como Inditex o Shein, ¿tiene sentido mantener una práctica que es por antonomasia elitista, segregadora e inalcanzable? Se estima que en la actualidad existen tan solo 800 compradores de alta costura en todo el mundo, en su mayoría personas de Oriente Medio y China cuyos desembolsos suelen rondar entre los 60.000 y los 500.000 euros, según la Féderation Française de la Couture. Si bien es este 1% de los consumidores el que sustenta la Haute Couture, es el 99% restante el que mantiene la viabilidad de las grandes maisons.  Los desfiles de alta costura nos ofrecen todo un universo creativo donde la tradición y la artesanía son el telón de fondo, y en un contexto en el que los consumidores buscan reconectar con los valores tradicionales, la Haute Couture es capaz de transformar esa aspiracionalidad en ventas millonarias de productos cosméticos, perfumería y accesorios, mucho más asequibles. 

En los últimos cinco años las grandes firmas han adoptado una posición en la que entienden la moda como un medio más que como un fin en sí mismo; recordemos el Guccifest, un festival de cortometrajes orquestados por Gucci donde la moda era el punto de partida para discutir sobre distintos temas, o la estrategia de Dior – más o menos acertada – por hacer del feminismo su emblema. Este movimiento puede ser a priori positivo, pero también puede entenderse como una forma de capitalizar ciertos movimientos sociales – como tantas y tantas veces hemos visto en el pasado-. 

La actriz Penélope Cruz luciendo la camiseta “We should all be feminists”, de Christian Dior en una escena de la película “Madres Paralelas”, de Pedro Almodóvar, 2021. Credit: El Deseo.  

En este sentido, la Haute Coture es lo más parecido a la “belleza por la belleza”, y en un contexto convulso y de gran inestabilidad, ¿tienen sentido estas colecciones? “En situaciones así la moda pierde toda su relevancia y su derecho a existir. Parece algo absurdo.”, señalaba Demna Gvasalia antes de su desfile para Balenciaga tras el estallido de la invasión rusa en Ucrania, mientras que el diseñador Rick Owens defendía que “es importante ofrecer belleza para traer esperanza en tiempos oscuros”. 

Antes de precipitarnos y vaticinar el fin de la alta costura, es indispensable tener presente la utilidad de la moda. La moda no solo nos invita a pensar y cuestionar, sino también a evadirnos y desconectar. La Haute Couture es capaz de evocarnos nuevos universos y hacernos sentir y soñar a través de diseños imposibles, sujetos por alfileres o con las costuras perfectamente rematadas. 

Esteban Adamuz  @esteban.adamuz